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Durante la actual pandemia de Covid-19 causada por el SARS-CoV2 nos hemos familiarizado con un sinnúmero de expresiones derivadas de la medicina, en particular de una de sus disciplinas: la epidemiología. Cuarentena, confinamiento, distanciamiento social, barbijo, tapaboca, ritmo reproductivo de transmisión, aumento o disminución de la curva de contagios, prevalencia, tasa de letalidad y mortalidad y podríamos seguir enumerando. Entre ellas voy a referirme a la "nueva normalidad", frase utilizada por distintas gestiones de salud para señalar fases diferentes de la epidemia, pero también aplicada al comportamiento social cuando ésta concluya.
En 1981 se describieron los primeros pacientes con Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida que en pocos años se convirtió en una pandemia que perdura, con 38 millones de infectados, más de 700 mil muertes anuales en el mundo y 1500 en nuestro país. Por distintas razones la infección por el VIH se percibe como una pospandemia. Los pacientes que cumplen con el tratamiento tienen una expectativa de vida similar a la población general, pueden constituir una familia sin restricciones y no corren el riesgo de transmitir la infección, entre otros hechos favorables. Viven sin duda una "nueva normalidad". Pero la sociedad ¿dejó de discriminar y estigmatizarlos? ¿adoptó conductas de prevención? El 98 por ciento de la transmisión de VIH en Argentina se produce por vía sexual y solo el 30 por ciento de la población practica sexo seguro, los 5.500 nuevos infectados por año avalan esta afirmación.
En 2009 se produjo la pandemia por gripe A, causada por un nuevo virus de la influenza denominado N1H1, que impactó fuertemente en Argentina y en la provincia de Santa Fe. Murieron entre 151.000 y 575.400 personas en todo el mundo durante el primer año que circuló el virus, con un gran porcentaje de menores de 65 años, a diferencia de las epidemias de influenza estacional típica.
El 10 de agosto del 2010 la Organización Mundial de la Ssalud (OMS) anunció el fin de esta pandemia, a pesar de lo cual el virus siguió circulando causando hospitalizaciones y muertes. Se calcula que 32.000 personas mueren por año por influenza y neumonía en nuestro país. "La nueva normalidad" de la pospandemia por gripe A duró muy poco en términos de prevención. Nos olvidamos muy rápido de lavarnos las manos asiduamente, de protegernos al toser e inclusive de vacunarnos (en 2010 se agregó el N1H1 a la vacuna antigripal) aun perteneciendo a grupos vulnerables. Muchas personas concurren a trabajar padeciendo un cuadro gripal con el riesgo de contagio a sus compañeros.
Hoy la sociedad está asustada, recluida en sus casas y limitada en sus libertades en gran parte de nuestro país. Espera con ansias la "nueva normalidad" cuando termine la pandemia y la vacuna que "solucionará" todos los problemas derivados del coronavirus. Con los antecedentes mencionados, ¿seremos capaces de mantener una conducta de prevención ante un virus que seguirá entre nosotros? ¿Podremos mantener el distanciamiento social, el lavado de manos y el uso del tapabocas si fuera necesario? ¿Nos aplicaremos la anhelada vacuna o la cuestionaremos con el argumento que nos venga bien? ¿Respetaremos y cuidaremos a nuestros mayores que seguirán siendo los más vulnerables? ¿Agradeceremos y revalorizaremos a aquellos que dieron su vida, su tiempo o su salud para protegernos? ¿Se mantendrá la solidaridad hacia los que menos tienen? ¿Cambiaremos nuestros hábitos de consumo muchas veces nocivos para nuestra salud?
Podríamos seguir planteando otros interrogantes, cuyas respuestas bien entendidas nos ayudarían a establecer no solo que es posible tener una "nueva normalidad" sino una "buena nueva normalidad".
